"El SEÑOR guía a quien le teme y respeta.
Lo guía por el camino que conduce a Dios.
Quien ame a Dios vivirá feliz,
y sus hijos heredarán la tierra.
El SEÑOR reserva su amistad personal
para los que le tienen un temor reverente.
Es a ellos a los que les enseña el significado de su pacto.
Yo siempre busco la ayuda del SEÑOR
porque sé que él siempre me salva del peligro."
(La Biblia)
Cuando era pequeña recuerdo que llegaba a mi casa un
periódico que se llamaba “Decisión”. En algún momento me pregunté por qué se llamaría
así? Hoy después de muchos años, al recordarlo creo que puedo llegar a entenderlo.
Al leer cada uno de esos artículos necesariamente tenía que tomar una decisión
con respecto a lo que decía. No era cuestión de leer nada más, sino que al
leerlos me confrontaba con una nueva realidad de lo que yo pensaba o creía
hasta entonces, e internamente surgía la necesitad de tener que tomar una decisión.
Cada día que vivimos tomamos decisiones. A veces
creemos que podemos zafar y no tomarlas. Otras, que no es el momento oportuno.
Hoy, no tenemos ganas de hacerlo, no queremos pensar, y lo postergamos. Pero
aun eso es tomar una decisión.
Nuestra vida esta llena de decisiones.
Desde el vientre de nuestra mama tomamos decisiones.
En el útero nos sentíamos seguros, cuidados. No necesitábamos
respirar porque mamá lo hacía por nosotros. En cuanto teníamos hambre, automáticamente
venía la comida hacia nuestro cuerpo. Y
sin hacer un mínimo esfuerzo! Las paredes eras suaves y blanditas, el ambiente cálido
y confiable. Pero de un día para otro el espacio nos quedó pequeño, ya no nos pudimos mover como queríamos, ya no
podíamos estar más allí. Y ahora qué? Decisión…
Claro que fue difícil esa decisión, pero era
necesaria. Estaba en riesgo nuestra vida. Costó, fue difícil, pero lo conseguimos.
Conseguimos más espacio.
Y ahora? Una nueva decisión: respirábamos o no? Pero
respirar implicaba dolor. ¿Cuánto duraría
ese dolor? No lo sabíamos pero si no nos apurábamos a decidir el médico nos
daba una palmada y nos obligaba a tomar la decisión, si o si.
Pasamos ese primer momento duro y creímos que ya nos
habíamos liberado. Pero de repente sentimos dolor, tenemos hambre, y la comida
no viene automáticamente. Eh! ¿qué pasa? Y ahora ¿Qué hacemos? Una nueva decisión,
poner en práctica lo que aprendimos: un grito y a ver que pasa…
Finalmente fuimos a los brazos de mamá y sació
nuestra necesidad.
Decisiones, decisiones, decisiones.
¿Por qué nos cuesta tanto asumir que la vida es decisión?
Todo, y eso incluye a “todo”, en nuestra vida es una
decisión. Y queramos o no, nos guste o no, todas nuestras decisiones conllevan
una consecuencia, la cual puede ser buena o mala, agradable o dolorosa, pero
inevitable.
No es posible asumir que tomamos una decisión y no
se van a producir cambios.
Suponiendo que estuviéramos parados de cara al sol,
una decisión podría ser quedarnos así o dar un paso hacia adelante. Otra podría
ser dar un paso hacia el costado y quedar bajo la sombra de un árbol. Cualquier
decisión conlleva una consecuencia. Y el tiempo de exposición posterior es otra
decisión.
Si tomamos la decisión de ir hacia adelante y
quedarnos cuatro horas de cara al sol no sería lo mismo que si hubiéramos
decidido estar esas cuatro horas bajo la sombra.
Dar un paso implica una acción, un movimiento, un
cambio. Eso es una decisión: una acción.
No es algo estático, sino algo que cambia hacia una
nueva posición.
Tal vez nos sea mucho lo que cambie, pero es
diferente a lo anterior. Aun si decidiéramos no dar un paso y nos quedáramos
delante del sol se produciría un cambio, porque el sol no se fue, y esa decisión
“acción” traerá sus consecuencias.
Así que, decidirnos por el cambio o no, también es
decidir, y por lo tanto vendrá una nueva posición, una consecuencia.
Volviendo un poco al momento de nuestro nacimiento, si
por algún motivo externo a nosotros hubiéramos tenido que nacer antes de tiempo,
hubiera sido lo mismo? No, para nuestro mejor cuidado habríamos terminado en
una incubadora. Una caja dura, llena de cables y tubitos, y no en los brazos
tiernos de mamá. Pero aun así tendríamos que tomar la decisión de respirar y
saciar nuestra hambre.
Seguro que no seria lo mismo! Pero siguen siendo
decisiones.
Hace poco mi prima tuvo gemelos. Pero por motivos de
salud de ella los bebés tuvieron que nacer antes de lo esperado. Fue muy duro
para ellos tener que ver a sus bebés a través de un vidrio. Y yo me imagino que
para los peques también debe haber sido difícil no estar en los brazos de papá
y mamá. Pero lo más difícil debe haber sido tomar la decisión de sobrevivir a
pesar de estar en un medio diferente al esperado. Sin la cobertura y protección
de los papás todo era más difícil. Pero debían decidir.
Decidieron bien. Hoy tienen un poco más de un año y
son unos bebés hermosos y fuertes con ganas de comerse el mundo… y están con
sus papás!
Toda decisión produce un momento de crisis. Alguien
una vez me dijo: no debemos tenerle miedo a las crisis, porque inevitablemente
llevan a tomar una decisión, y toda decisión trae cambios. Que vengan las
crisis…
El punto es salir de la crisis no vivir en ella. Si no
reaccionamos, si no tenemos ganas, si no lo queremos pensar, e intentamos
zafar, vendrá el médico y nos dará una palmada para que decidamos. No sirve de
nada postergar una decisión.
¿Qué hacer? Cuál es la decisión correcta? Ese, es
tema para otro día.
2 comentarios :
la pura verdad!!!siempre tenemos que tomar decisiones ....
WWWOoooWWWWWWWWWW muy profundo y muy cierto. Lástima cuando ves que se toman malas decisiones en nuestra vida espiritual y eterna; por ej: mi familia política, no esta ni ahí con escuchar de Cristo, viven en su burbuja y no prevean para la vida eterna y mi niña de 4 años, está preocupada porque sus tatas despierten cuando venga Cristo; eso es super fuerte!!.
UN abrazo grande ISa
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